Olivia Rope. Los estudios muestran que, de manera proporcional, los reclusos sufren en gran medida de problemas de salud mental (aproximadamente uno de cada siete padece una enfermedad mental grave), y esta proporción es aún más elevada entre las mujeres. Desgraciadamente, el suicidio y la automutilación son muy comunes en los establecimientos para mujeres. Un estudio realizado en 24 países muestra que las mujeres en prisión presentan un riesgo de suicidio cuatro veces superior al de las mujeres en libertad.
Son muchos los factores que pueden afectar la salud mental. Un gran número de personas ha vivido cosas difíciles y la prisión puede ser un lugar muy duro. Generalmente, en los establecimientos suele haber masificación y puede reinar un ambiente de violencia, tanto para los reclusos como para el personal. Muchos reclusos no tienen acceso a alimentos de buena calidad, al agua potable o al aire libre y a la luz natural.
La mayoría de las prisiones fueron construidas en función de las necesidades masculinas y no proponen servicios necesarios para las mujeres: atención de los hijos, unidades sanitarias adaptadas… En los establecimientos mixtos, esto se traduce en que las mujeres tienen menores posibilidades de acceder a la educación, a la formación o al trabajo.
La falta de privacidad, la soledad, el aislamiento, el uso de medios de contención… son comunes en algunos establecimientos. Todos estos elementos pueden tener repercusiones negativas sobre la salud física y mental.
Otros factores influyen en el bienestar mental de las personas en reclusión, especialmente sus experiencias durante los primeros momentos en los que entran en contacto con el sistema de justicia penal. Las mujeres son particularmente vulnerables inmediatamente después de su arresto y durante su ingreso en prisión. Las experiencias negativas durante el arresto tendrán un impacto en la salud mental. En muchos países, el acoso sexual y las agresiones a mujeres por parte de la policía son muy comunes. La separación de la familia es otro de estos factores: para las mujeres, que generalmente son el principal pilar del hogar, el dolor que esto provoca esa veces muy fuerte. Por último, muchos establecimientos, en todas partes del mundo, no están en condiciones de proporcionarlos tratamientos físicos y mentales adecuados; lo que conlleva aún mayores consecuencias en el caso de las mujeres.
Las mujeres tienen necesidades específicas, a veces más complejas, en términos de atención médica. A menudo, las mujeres que ingresan en prisión tienen una enorme necesidad de ayuda, no solo concreta, sino también psicológica.
Con frecuencia, esto está vinculado al nivel de violencia, especialmente sexual, que tiene lugar en prisión. La investigación demostró que un gran porcentaje de las reclusas sufrió de violencia durante su vida.
Con nuestra guía, no pretendemos aportar soluciones milagro a los problemas, sino dar ideas de prácticas que se pueden implementar para poder avanzar.