Antoine Dulin. El CESE suele ocuparse de asuntos económicos, sociales y medioambientales. Es la primera vez que el Primer Ministro acude directamente a él para un tema relacionado con la justicia, en concreto con la reinserción. En los 75 años de existencia del CESE, esta es una primicia histórica. Hemos establecido un informe que se divide en cuatro partes.
La primera se refiere a la opinión pública. Los miembros del CESE no son especialistas en el tema y se encontraron en la misma situación que cualquier ciudadano, con las mismas ideas preconcebidas. A partir de la escucha de reclusos y de exreclusos, estos cinco meses de trabajo les permitieron tomar conciencia de que, en temas de prisión, podemos hacer más. Hay una serie de ideas preconcebidas: pocas personas saben que el promedio de duración de reclusión es de nueve meses, que la mayoría de los presos cumplen penas cortas y que pocos de ellos representan un peligro para la sociedad (entre el 10 y el 15 % de ellos según las estimaciones). La cadena perpetua representa el 2 % de las condenas. Surge, por lo tanto, la cuestión de la excarcelación de todas estas personas.
El segundo punto de nuestro informe trata del desarrollo de alternativas a la detención. La pena de prisión sigue siendo la sentencia de referencia. ¿Para quién? Para todo el mundo.
No debemos culpar a los magistrados que, efectivamente, dictan estas sentencias, inducidos por la opinión pública. En 2008, el 72 % de los encuestados atribuyó a la prisión una finalidad de reinserción; en 2018, solo lo hace el 48 %. Se considera la prisión como un dispositivo para garantizar la seguridad, nunca la reinserción. Este debate social no tiene lugar.
La tercera gran línea de nuestro informe se refiere a los recursos brindados a los reclusos para su reinserción. Este proceso implica trabajar en uno mismo y pasar a la acción, lo que representa aspectos individuales que hemos tratado poco. Nos hemos centrado en otra dimensión, que contempla el contexto, el acceso a los derechos sociales, la educación, el aprendizaje de la lengua francesa, el acceso al trabajo y a la formación profesional, etc. Todos los detenidos, sin distinción, deben tener acceso a ello; sin embargo, solo el 28 % tiene acceso al trabajo y el 16 % a la formación profesional.
¿Cómo pueden los reclusos convertirse en actores de su propia trayectoria cuando en prisión se ven privados de responsabilidades y desocializados? Una de nuestras recomendaciones es empoderar a los detenidos y garantizar que no haya dos choques: uno a la entrada y otro a la salida de prisión.
La última idea está recogida en el título de nuestro informe: ¿cómo hacer que la reinserción sea un asunto de todos? Hoy en día, es una tarea de la administración penitenciaria, en colaboración con asociaciones. Otros servicios públicos, así como los empleadores, públicos y privados, muestran desconfianza hacia las personas que salen de la cárcel, o están sobrecargadas de trabajo. Para promover su reinserción debemos cambiar la imagen que la sociedad tiene de ellos.