Ocupar una vivienda es vivir en un espacio, habitarlo, pero no solo en el sentido físico de la palabra. Recobrar su autonomía al salir de prisión no es tarea fácil. A veces, hay que aprender de nuevo, o simplemente aprender, todas aquellas cosas que forman parte de la vida cotidiana: organizar el tiempo, hacer la limpieza, cocinar, hacer la compra, etc. Como lo señala Pierre Mercier, director general de Le MAS, “habitar un lugar conlleva ciertos desafíos, como cruzarse con los vecinos en la escalera, no molestar a todo el mundo porque te ha dado un ataque de angustia o has consumido alcohol, no perder tus llaves, no olvidar sacar la basura”. “Hay que tener en mente otros aspectos aparte de los materiales. Vivir no es solo estar encerrado en una caja para no molestar a la gente de fuera. Hay cuestiones de seguridad primaria, afiliación social y apropiación. Es una cuestión de relación con uno mismo y con el mundo, y eso es algo en lo que tenemos que reflexionar. ¿Cómo ve la persona su casa? ¿Se siente bien allí? ¿Se aburre? ¿Cómo se ocupa de ella?“
El acompañamiento es esencial. Algunas personas que benefician del programa Passage de Le MAS (Francia), con las que se reunió Prison Insider, afirman que la presencia del equipo es muy valiosa, pues además de la asistencia con todo lo relacionado con la vivienda o los documentos, también necesitan hablar con otras personas, sentir que tienen un apoyo y saber que hay alguien que les ayudará a “evitar cometer un grave error”.
Hervé Rayter, director del departamento sociojudicial de la asociación AJHIRALP de Grenoble, menciona la importancia de la comunicación cotidiana con las personas a las que se les brinda acompañamiento, sobre todo, en el marco de una medida de régimen abierto (más allá de lo que exige la medida judicial). El tiempo que se le dedica a cada una de ellas, les permite hablar sobre su día y saber cómo se sienten, conocer sus dificultades o preocupaciones. “A veces paso varias horas al teléfono con ellas porque necesitan hablar y desahogarse. Es importante tomarse ese tiempo”.
La mayoría de las organizaciones con las que dialogamos proponen actividades para reforzar la confianza y la capacidad de autonomía de las personas.
Marine Tocco menciona que les Foyes Matter trabaja con la Casa del Medio Ambiente, para sensibilizar a las personas sobre los temas ambientales, y con las “Petites Cantines”, sobre la cuestión de los vínculos sociales y la alimentación. Las personas pueden seguir el programa “Las llaves de mi hogar” (Les clés de chez Moi) que ofrece la asociación Abribus. En un bus transformado en apartamento modelo, se brindan formaciones básicas sobre electricidad, plomería, etc. “La idea es que las personas aprendan a hacer todo ellas mismas”, explica Marine Tocco. “En ocasiones, visitamos apartamentos en los que no hay luz, por ejemplo. La bombilla se ha fundido y las personas no tenían ni idea de que era muy fácil remplazarla. Lo mismo sucede con los armarios que se caen, los fregaderos atascados, etc.” Las personas que han pasado mucho tiempo en prisión son más rigurosas con el orden de su hogar, ya que su celda fue durante años su único punto de referencia y aprendieron a cuidar de ella a diario. “En todas las situaciones, resulta complejo apropiarse de su vivienda, por lo que lleva un tiempo sentirse en casa, comenzar a hacer la limpieza, etc.”
Los programas de apoyo que cuentan con la presencia de personas que han vivido la misma experiencia facilitan la adaptación a la vivienda y a la nueva vida en libertad. En Canadá varias personas que han salido de prisión colaboran con los trabajadores sociales de la Sociedad John Howard en las ciudades de Montreal y Quebec. Estos programas ofrecen un acompañamiento especializado como reuniones regulares, disponibilidad telefónica, asistencia para diferentes trámites, etc.
Daniel Vachon, colaborador de la asociación, que pasó la mayor parte de su vida adulta tras las rejas, afirma no haberse preparado de manera adecuada para su liberación. En prisión, siguió una formación para ayudar a las demás personas privadas de libertad a reconstruirse tras el encarcelamiento. Una vez libre, trabajó durante 14 años como asistente psicosocial en una estructura de acompañamiento para las personas sin hogar y, en 2021, integró la Sociedad John Howard. “Me reúno con las personas que lo solicitan. Hablamos de sus dificultades y de las posibles soluciones por las que pueden optar, teniendo en cuenta mis experiencias, mis éxitos y mis fracasos”. “Nos reunimos en un lugar que no sea una oficina, por ejemplo, un café, un parque o cualquier otro lugar público”. Daniel asiste a las personas con sus consultas médicas, sus trámites para la obtención de ayudas sociales, permisos de conducir o documentos de identidad, así como en la búsqueda de empleo o de formación. También se encarga de organizar actividades sociales con los voluntarios, como cenas de Navidad, picnics junto al río o en el campo, y otras salidas. Para él, su trabajo complementa la labor de los trabajadores sociales. “Las personas que piden el acompañamiento me dicen las cosas con mayor tranquilidad y me hablan de sus dificultades porque yo he estado en su misma situación. Como yo logré salir adelante, soy un ejemplo para ellas, confían en mí. Nos entendemos mejor y eso les permite tener el apoyo necesario para superarse y evitar regresar a prisión”. Daniel Vachon señala que las personas pueden contar con su presencia en cualquier momento. “Cuando alguien necesita hablar de sus tristezas o sus angustias, no es al otro día que hay que responderle, sino en ese mismo instante. Por eso, a veces contesto al teléfono a altas horas de la noche y todo el mundo tiene mi número”.
Otras personas destacan la importancia de los momentos de intercambio en dispositivos individuales o colectivos. Hervé Rayter declara que la asociación AJHIRALP organiza actividades y eventos grupales para que las personas redescubran la vida social (deporte, senderismo, paseos por el bosque, barbacoas, salidas culturales, etc). También menciona que se ha instalado una recepción y una sala de informática, para que las personas se reúnan y conversen en un espacio común.
Según Gabriel Uribelarrea, el programa Housing First considera muy poco esta dimensión colectiva. Para el sociólogo, estos espacios comunes, en los que la gente se reúne, son esenciales para luchar contra la soledad del domicilio, pero también para que las personas puedan compartir sus experiencias. “Sería muy conveniente que las personas dispusieran de un lugar en el que pudieran reunirse, hablar de sus vivencias y aconsejarse mutuamente”. En algunas ciudades, existen centros de día que gestionan programas de Housing First.“Las personas aprecian tener un espacio en el que pueden relajarse, tomarse un café con sus amigos, pero también hacer preguntas y pedir ayuda, una vez que ya no disponen del acompañamiento”.
Los problemas en materia de acceso a la vivienda se han identificado desde hace tiempo, al igual que sus causas. Y, a pesar de que las pistas para hallar soluciones no faltan, se necesitan más recursos, humanos y financieros para desarrollarlas. En otras palabras, se necesita más voluntad política en un contexto en el que la visión a corto plazo y la tendencia a marginar parecen primar. Muchas de las personas que entrevistamos para esta serie de artículos, se pregunta: si siempre se consigue dinero para construir más plazas de prisión, ¿qué hace falta para que suceda lo mismo con el acompañamiento social?