Las personas condenadas a muerte deben, según la ley, ”alojarse en una celda específica y ser objeto de una vigilancia permanente para evitar cualquier intento de evasión o de suicidio”. En la práctica, dicha disposición no se aplica, y estas personas conviven con el resto de la población carcelaria (preventivos y penados).
En enero de 2017, la prisión de Dar Naïm, con una capacidad para 350 personas, acogía a 866. En 2016, la administración abrió Bir Moghreïn con el objetivo de hacer frente a la sobrepoblación carcelaria. La mayoría de los condenados a muerte recluidos en Dar Naïm se trasladaron al nuevo centro para atenuar las dificultades de los establecimientos de la capital y de la región. Hoy en día, más del 80 % de los condenados a muerte se encuentra en Bir Moghreïn, una prisión situada en el desierto, a más de mil kilómetros de Nuakchot. Para acceder a ella, las personas deben movilizar considerables recursos materiales y financieros, y viajar por varios días en una región en la que el “contexto de seguridad es complicado”.
En virtud del decreto del 23 de mayo de 1970, se creó una comisión de control para evaluar las condiciones de reclusión de todas las personas privadas de libertad (higiene, seguridad, régimen alimentario, servicio sanitario, trabajo) y verificar el cumplimiento de la normativa en los centros penitenciarios. La misión de investigación de ECPM afirmó que: ”La falta de personal, así como de recursos financieros y materiales reduce de manera considerable la eficacia de dicha comisión y hace que su acción sea simplemente anecdótica”.
Alojamiento. Si bien la ley prevé alojar a las personas condenadas a muerte en celdas individuales, la sobrepoblación carcelaria no permite aplicar esta disposición. En la prisión de Dar Naïm, las puertas de las celdas de se dejan abiertas todo el día para facilitar la ventilación.
Los reclusos organizan la repartición de las celdas en función de su origen étnico.
Higiene. La administración penitenciaria debe suministrar a los reclusos, sea cual sea su pena, los medios necesarios para garantizar unas condiciones de higiene adecuadas. En 2018, durante sus visitas a varios centros penitenciarios, Nordine Drici observó que existían numerosas dificultades, sobre todo, en lo que respecta el acceso al agua. Las instalaciones sanitarias resultan insuficientes debido al hacinamiento que persiste en muchos de los centros. Una persona condenada a muerte afirmó haber pasado unos tres meses sin poder ducharse ni cambiarse de ropa.
Alimentación. En 2017, la administración asignaba menos de un dólar diario a la alimentación y a la higiene de cada recluso; un presupuesto que no se ha revisado desde hace más de diez años. Solo unas cuantas personas reciben un complemento alimentario durante las pocas visitas de sus allegados.
Actividades y trabajo. La ley prevé que las personas privadas de libertad pasen al menos dos horas diarias al aire libre. En la práctica, esta salida se reduce a una hora para las personas sujetas a sanciones. Los condenados a muerte tienen prohibido trabajar, pero se les permite “fumar, leer y escribir sin restricción”. La misión de investigación de ECPM señaló que el interior de las prisiones permanece relativamente abierto y que las personas condenadas a la pena capital pueden circular fácilmente. Sin embargo, no se les permite utilizar las instalaciones deportivas ni participar en las actividades organizadas, y se restringe su acceso a la formación. Tales restricciones se deben al escaso presupuesto de la administración, que delega la mayor parte de estas acciones a las asociaciones. La distancia de la prisión de Bir Moghreïn añade una dificultad suplementaria a su labor.