En la mayoría de las prisiones, las personas condenadas a muerte comparten las celdas con el resto de la población carcelaria. Debido a la sobrepoblación y a la escasez de recursos, la gestión de las prisiones se confía a los reclusos, que mantienen una organización social jerarquizada de carácter informal denominada “capita”. Estos reclusos, que ejercen un notable control sobre los demás, aseguran el mantenimiento del orden, el acceso a ciertos recursos, y la asignación de las celdas y de los sitios para dormir. Los miembros del grupo del capita de la prisión de Angenga, donde se encuentran detenidos más de la mitad de los condenados a muerte, llevan uniformes y tienen mayor libertad para desplazarse dentro de las instalaciones. La gran mayoría de los condenados a muerte no forma parte de dicho grupo.
En la mayor parte de los casos, las personas condenadas a muerte permanecen en régimen de reclusión ordinario.
Alojamiento. Las sobrepoblación carcelaria es un problema endémico. Algunas celdas de la prisión de Goma albergan a más de 200 personas. Las prisiones de Osio y de Luzumu, menos sobrepobladas, alojan a una o dos personas por celda.
Los lugares para dormir se asignan en función de los recursos financieros, del rango en la jerarquía y de la notoriedad de la persona detenida en la prisión. De este modo, la mayoría de las personas condenadas a muerte se ven obligadas a dormir fuera de las celdas.
En la prisión de Buluwo, el número de personas en cada celda se fija según el “rango” en la jerarquía de la prisión. Aquellas que tienen un papel importante ocupan celdas “individuales” en grupos de cuatro. Los demás viven en grupos de once en cada celda. En algunos centros penitenciarios, las personas deben pagar para acceder a una celda, de lo contrario, deben dormir fuera. También tienen que pagar para tener un colchón o tienen que procurárselo desde el exterior. La mayoría de ellos duermen sobre esteras, cartones, sacos rellenos de hojas o inclusive en el suelo.
La prisión de Luzumu, que se restauró y se reabrió en 2019, es la única prisión en la que las personas condenadas a muerte afirman tener buenas condiciones para dormir. Cada recluso dispone de una cama y de un colchón en buen estado.
Higiene. El número de instalaciones sanitarias es insuficiente. En la prisión de Buluwo, hay seis sanitarios funcionales para 600 reclusos y, en la prisión de Goma, tres para 500. La mayoría de ellos hacen sus necesidades en los conductos de agua, las duchas o en cubos plásticos. Muchos centros penitenciarios presentan dificultades de aprovisionamiento de agua; los reclusos utilizan agua de lluvia o sacan agua de los ríos. Las personas privadas de libertad en la prisión de Angenga disponen de dos litros de agua por día para bañarse, lavar su ropa y cocinar. Algunos de ellos compran agua a los lugareños. Una persona declaró haber esperado tres semanas para poder bañarse.
En la prisión de Luzumu, el acceso al agua, a los sanitarios y a las duchas se considera suficiente.
Alimentación. La administración penitenciaria suministra a las personas privadas de libertad una comida diaria. La mayoría de los reclusos pasa hambre, a excepción de los de Luzumu y algunos de la prisión militar de Ndolo. La comida se compone de fufu (bolas de masa a base de harinas o tubérculos hervidos y triturados), hojas de mandioca, alubias o maíz, y no contiene carne ni pescado. Algunos reclusos obtienen comida suplementaria mediante las visitas. Aquellos cuyos allegados viven en las proximidades de la prisión gozan de una mejor calidad de vida.
Actividades y trabajo. La mayoría de los reclusos sale de sus celdas durante el día. En la prisión de Ndolo, solo se les autoriza a salir por dos horas diarias.
El acceso a las actividades es sumamente limitado; las bibliotescas no funcionan y los campos de fútbol no se utilizan por temor a las fugas. Sin embargo, unas cuantas prisiones proponen actividades: los reclusos de la prisión de Kasapa, por ejemplo, tienen acceso a algunas formaciones profesionales, y los de la prisión de Osio hacen artesanías, jardinería y participan en un coro.
En la prisión de Angenga, el derecho para desplazarse por las instalaciones y acceder a las actividades se otorga en funcion del origen étnico de las personas y no de sus penas. Algunos de ellos realizan pequeños trabajos y actividades deporitvas o pasatiempos. Los miembros de ciertas tribus del este del país afirman ser objeto de discriminacion. Unas cuantas personas condenadas a muerte, recluidas en esta prisión, gozan de un régimen de semilibertad, que les autriza a dormir fuera de la prisión y cultivar un campo cercano. Los criterios para acceder al régimen no son claros, pero los beneficiarios tienen la obligación de trabajar gratuitamente para el personal penitenciario.
Disciplina. El régimen disciplinario es restrictivo y arbitrario, y se impone desde el momento del ingreso. Algunas personas condenadas a muerte afirmaron haber tenido que realizar tareas de limpieza y haber sido aisladas por varios días en una celda. “Al llegar, nos obligaron a pasar 56 días en la celda “privada” (celda de aislamiento disciplinario, ndlr), porque eramos nuevos.” Varias personas revelaron haber sido maltratadas.
Las medidas de seguridad aplicadas a los condenados a muerte en la prisión de Makala se suavizaron tras la misión de investigación de la aociación ECPM en 2005. Estas personas solían permanecer sistemáticamente en régimen aislamiento, encapuchadas y esposadas hasta por periodos de un año. El informe señaló que ademas eran objeto de insultos, agresiones verbales y restricciones para desplazarse al interior del centro. La nueva misión de investigación del año 2019 indicó “una leve mejoría”. En Makala, las condiciones de reclusión de estas personas son similares a las de los demás reclusos.