AD. Veo algo de progreso a pesar de todo. Fue la primera vez que una asamblea tan diversa de la sociedad civil (actores económicos, sociales, asociativos, sindicales, políticos) trabajaba en el tema de la reinserción de los reclusos. La toma de conciencia está ahí, se ha compartido y ahora necesita alimentarse. Espero que se haga un seguimiento para evaluar lo que ya se ha hecho.
Por ejemplo, Francia está empezando a avanzar en el tema del trabajo penitenciario con la mejora de las condiciones laborales. Habíamos debatido mucho sobre el tema de los contratos y los derechos sociales, y era una batalla difícil. Actualmente, la ley establece que los internos que trabajen se beneficien de protección, seguro de salud y prestación por desempleo. Es un progreso. Pero, aún quedan inmensas debilidades, en particular la existencia del trabajo a destajo.
Algo más: el desarrollo del servicio comunitario contribuye a un cambio de perspectiva sobre la prisión. Destacamos la labor de la Agencia de Trabajo de Interés General e Integración Profesional (ATIGIP). Cada vez más empresas podrán acoger a los TIG (trabajos de interés general).
Sin embargo, muchas cosas siguen sin prosperar. Sigo convencido de que debemos trabajar en el proceso de reinserción desde el principio de la ejecución de la pena. Desde el inicio, el juez y los actores penitenciarios deberían orientar a las personas hacia la educación, los derechos, la atención médica, la capacitación y el empleo. Tenemos un gran trabajo por delante. ¿Cómo inscribir este recorrido en la ley? Estos son dispositivos que existen para niños bajo la supervisión de los servicios de protección de la infancia o personas mayores dependientes. Podríamos considerar el mismo principio para los reclusos.
El segundo gran proyecto en el que se podría trabajar es el de la participación de los internos. Estoy convencido de que, si le damos a la gente la oportunidad de actuar, eso formará parte del famoso factor desencadenante. La base de la educación popular es garantizar que las personas no se consideren a sí mismas como menos que nada, sino como personas que tienen un valor, habilidades, capacidades, una voz y, por lo tanto, un lugar.
Se debe hacer más para dar a los reclusos el derecho a expresarse, y este tristemente no es el caso. Para mí, esto debe ser parte de la misión de la prisión.
La persona que sale de la prisión no debe ser la misma que entró. Ahora mismo, la prisión no cuenta con este poder de transformación. Dicho vulgarmente, hoy en día solo se trata de gestionar flujos y existencias, y no de brindar acompañamiento o formación ni de favorecer la transformación. Me gustaría que se hablara de formación en vez de flujos, incidentes y movimientos, ya sea que estemos hablando de ciudadanía, cultura, actividades deportivas… El personal está sumido en la gestión diaria, compuesta por movimientos, incidentes y emergencias. Es urgente revisar el funcionamiento de la prisión. Es necesario repensar los edificios, la arquitectura y la ubicación para colocar los problemas de seguridad y reintegración en el mismo plano. Aunque, en Francia, tal vez estemos comenzando el movimiento con la construcción de Estructuras de Acompañamiento para la Salida (*Structures d’accompagnement vers la sortie, SAS).