Para mí, el diseño es un proceso creativo que permite responder a una necesidad o a un problema con una narración. Construir una narración, un proyecto de vida, una línea directriz con la persona privada de libertad, eso es lo que le falta a la reinserción. Es en este sentido que he querido intervenir en calidad de diseñador. Cuando hablé con los diferentes actores implicados en los procesos de reinserción, en particular, con el Servicio Penitenciario de Reinserción y Libertad Condicional (Service pénitentiaire d’insertion et probation, SPIP), me quedó muy claro que el hecho de no hablar francés era el primer obstáculo para la reinserción. Sin el conocimiento del idioma, la vida cotidiana tras la salida de prisión, es aún más difícil, ya sea para encontrar un trabajo o una vivienda, entre otras cosas. Se estima que el 11 % de las personas privadas de libertad son analfabetas. Pero en realidad, son muchas más las que están en esta situación. Los trámites administrativos en prisión se hacen solo por escrito. Cuando una persona analfabeta llega a prisión, es completamente absurdo proponerle un proceso de reinserción que no tenga en cuenta este aspecto. Sería necesario adaptar los dispositivos existentes, lo que requiere demasiado tiempo, y no es muy factible en el sistema actual.
Decidí concentrar mi trabajo en este preciso obstáculo de la reinserción, en el marco de un apoyo escolar del francés, que se ofrece en complemento de los cursos de los docentes, para reforzar un punto en particular como el vocabulario o el uso del futuro, etc. Este dispositivo de Rebond comenzó en la cárcel la Santé y se ha llevado a otros establecimientos del país. La asociación imparte cursos de inglés, chino, francés, educación cívica, artes plásticas, etc.
Consideraba que los métodos de aprendizaje que se proponen a las personas privadas de libertad para luchar contra el analfabetismo son infantilizantes y no se ajustan a la diversidad de perfiles que pueden existir. Quise proponer un ejercicio que tuviera en cuenta su individualidad. Comprender quién es la persona, quién quiere ser y qué quiere hacer es muy importante en un proceso de reinserción. Tenía que pensar entonces en ¿cómo crear nuevas herramientas de aprendizaje que tomaran en consideración los diferentes niveles de conocimiento, la personalidad y la individualidad de cada estudiante?
Junto con las personas privadas de libertad, imaginamos algunos objetos que les permitieran a la vez practicar su expresión en francés, pero también pensar en lo que vendría después de la prisión. El objetivo era construir una proyección gracias a material pedagógico muy sencillo, como fichas de imágenes y marcos de dibujo, para trabajar el vocabulario. Todo lo pensamos con las personas privadas de libertad. Al principio, propuse las fichas de imágenes en formato vertical y ellas me dijeron que preferían el formato horizontal. Me pidieron algunas imágenes, como, por ejemplo, una que representara el espacio. Teníamos también que preparar a la persona que intervendría para realizar el ejercicio, con instrucciones y métodos de enseñanza. La persona debía poder apropiarse del material y adaptarlo al perfil de cada estudiante. El dispositivo debe poder adaptarse en función de las situación y personalidad de cada quien.
Arthur, uno de los reclusos, solo hablaba inglés. Comencé a mostrarles las fichas y le pedí que eligiera dos. Él eligió la imagen de un mecánico y la de un pescador. Cuando le pregunté por qué, me dijo de inmediato: “Este es mi pasado, y este será mi futuro”. La imagen de mecánico era el pasado y el pescador el futuro. Me explicó que había trabajado en una empresa automotriz como mecánico y que había elegido el pescador porque deseaba abrir una piscifactoría en Filipinas. Para mí era importante conocer este aspecto de la persona. En la segunda sesión, llegué con un marco de dibujo, un objeto realmente simple conformado por una placa llena y otra que se encontraba dentro y en la que se puede dibujar. Arthur dibujó la piscifactoría, la enmarcó y la expusimos en el tablero. De manera directa e instintiva, pasó al frente y describió su dibujo a los demás, en francés. El ejercicio funcionó muy bien con él. Sin que yo se lo pidiera, logró hablar en francés acerca de su proyecto. Los demás reclusos que participaban en la clase comenzaron a hacerle preguntas y así se creó un diálogo entre ellos. Era algo satisfactorio para mí, y para él también. Los dibujos podían servirle a él, así como a los consejeros del SPIP, ya que había logrado plasmar en el papel su proyecto de vida para después de la prisión, así como hablar en francés de su propia iniciativa.